Escribe Modesto Montoya (*)
Las armas químicas tienen una historia
antigua, especialmente aquellas que queman y provocan incendios, compuestas de
sulfuro. En la Primera Guerra Mundial, los alemanes dispersaron cloro en el aire
para que el viento lo lleve hacia las líneas defendidas por ingleses y
franceses. Hubo miles de muertos. Ambas partes en esa guerra usaron gases
venenosos. En defensa contra estos gases se introdujo el uso de máscaras
antigases.
Entre los gases más temidos está el gas
mostaza, líquido que hierve a 217 °C y toma semanas para evaporarse
completamente. Es incoloro e inodoro, el olor surge cuando es impuro. El vapor
quema la piel, inflama los ojos e irrita los pulmones. Dosis fuertes producen
vómitos fiebre. Para protegerse del gas mostaza debe haber cobertura total, que
no es práctico para las tropas. La población esta sin protección.
En la Segunda Guerra Mundial, las fuerzas en
conflicto contaban con gases mucho más sofisticados, pero no fueron usados. Los
alemanes contaban con gases que atacan los nervios, que fueron inventados en
1944. Estos gases son mucho más tóxicos que el gas mostaza y son de naturaleza
altamente letal. El líquido ataca la piel y el vapor produce efectos graves en
los pulmones. Son líquidos a temperatura ambiente y los gases son incoloros e inodoros,
pudiéndose usar como aerosol. En 1915 también se inventó el fosgeno, 10 veces
más tóxico que el cloro, aunque los efectos surgen varias horas después del
ataque.
En 1950, los químicos británicos inventaron los
gases nerviosos, más tóxicos, que se evaporan más lentamente. Se dice que una
gota de líquido es absorbida por la piel y causa muerte. Se dice que la
producción anual de gases nerviosos era tremenda. En la conferencia Pugwash, en
1959, se señaló que se producía entre 500,000 y 600,000 toneladas anualmente.
Entre los gases nerviosos se tiene el sarín, el
que, inhalado en una aspiración en cantidad de 4 miligramos, es letal. También
se tiene el gas soman que es más tóxico y el tabun, que es menos tóxico que el
sarín. El sarín es 30 veces más tóxico que el fósgeno
Los gases nerviosos perturban el control de
los músculos, el que se realiza a través de señales eléctricas cerebrales. Se
pierde coordinación y los músculos vibran. Estos gases afectan las piernas, los
brazos, los músculos respiratorios y otras funciones fisiológicas.
Los alemanes introdujeron los lanzallamas en
la Primera Guerra Mundial. Los norteamericanos inventaron el napalm, y lo
usaron en Vietnam. El napalm arde lentamente pero a temperaturas elevadas. Se
trata de una jalea de gasolina que lanzada al blanco se pega a éste hasta
quemarlo.
Otra "maravilla" es el fósforo
blanco que es usado en combinación con una pequeña carga altamente explosiva.
Produce humo blanco y es incendiario. Las pequeñas partículas lanzadas queman a
personas más intensamente que el napalm. Cabe señalar que las armas químicas
utilizadas como veneno son eficaces.
La guerra es lo peor que se ha generado en la
civilización. Y cuando la ciencia es puesta a su servicio difícilmente uno se
puede imaginar el límite del sufrimiento que puede causar. La química es usada
intensamente en medicina, pero con igual potencia puede ser usada para la
muerte. Es probable que haya armas químicas que desconocemos. La civilización
aún no inventa un sistema mundial que erradique esa amenaza. Solo nos queda
educar a las nuevas generaciones para que comprendan que en la guerra perdemos
todos, aun cuando ésta esté a miles de kilómetros de nuestros hogares.
(*) Miembro de la Academia Nacional de
Ciencias del Perú
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